Durante mucho tiempo, la enseñanza de lenguas se ha desarrollado dentro de aulas cerradas, apoyada en libros y pantallas. Pero aprender un idioma es también experimentar el mundo desde nuevas formas de nombrarlo. En este sentido, la naturaleza —el aire libre, los árboles, los sonidos, los colores del paisaje— ofrece más que un escenario: se convierte en un recurso pedagógico capaz de estimular los sentidos, conectar con el entorno y enriquecer la experiencia lingüística.
El contacto con la naturaleza como experiencia lingüística
Llevar el aprendizaje de español al...
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