Se estará preguntando el lector qué clase especial de gramática exactamente se supone que es una gramática operativa. También, probablemente, de qué caos estamos hablando. Porque hasta donde cada cual alcanza a recordar, la gramática es y ha sido siempre, de manera fundacional, una medida de orden frente al caos. Y si operativa significa “que funcione”, pues bien, esa es una de las propiedades que por defecto se concede a las reglas gramaticales. Mi propósito, sin embargo, es convencer al lector de que es posible entender “operativo” en un sentido diferenciado y relevante a los propósitos tanto del lingüista como del profesor de lenguas, y que el aparente orden que la gramática al uso impone en nuestras aulas es más una ilusión óptica que un hecho contrastable. En definitiva, que existe un espacio ancho, y frecuentemente inexplorado, para la optimización del modo en que comprendemos y administramos la instrucción gramaticalen clase. Seis reglas nos invitarán a recorrer ese espacio, y se podrían formular así:
- No describas qué se hace. Explica cómo hacer.
- No mires a las formas. Mira al significado.
- No seas objetivista: el significado es experiencial.
- Olvida la sintaxis. Muévete en la configuración.
- Persigue la eficacia, no la corrección.
- No interpretes. Analiza
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